El general Sabino, un hombre de Estado

12.06.2014 19:21

Artículo de Martín Prieto publicado por El Mundo en su sección Opinión con fecha 2 de noviembre de 2009

El general Sabino, un hombre de Estado

EN ESTOS tiempos oscuros donde la excelencia es penalizada y cualquier rufián se encarama al éxito mediático es hoy un dolor y una obligación dar un postrer aliento a la figura ejemplar del general Sabino Fernández-Campo, caballero en un páramo exento de ello. Juan Luis Cebrián y yo fuimos a visitarle a su despacho del Ministerio de Información y Turismo donde ejercía de subsecretario. Nos convidó a un frugal almuerzo dándonos la gentileza de no tener testigos de su parte. Como nada tramaba, nada pretendió ocultarnos. Se sabía por aquel entonces que estaba destinado a importantes responsabilidades junto al Rey y se le estaba paseando por distintas áreas de la Administración para hacer de él el sabio y discreto hombre que ya era. Fue muy sincero ante desconocidos: «Llevo meses pidiendo las cuentas de RTVE. Deben pensar que soy tonto pero si no me las dan de inmediato dimito de este puesto».

En un reservado de un restaurante en Madrid nos encontramos nuevamente él, el silencioso general Manglano, a la sazón jefe de los espías, Cebrián y yo, comentando el reciente golpe del 23-F. Saltó la alarma de mi reloj de pulsera, que tenía descuidada para mis citas profesionales y amorosas y los comensales allí citados miraron al general Manglano como si nos estuviera enredando en algún sistema de grabación. Pasadas las risas y descubierto el entuerto, el general Sabino nos regaló una sabia advertencia de un digno buen señor: «Os estáis equivocando los periodistas alabando tanto al Rey. Creo que lo que menos le conviene son los elogios que generosamente le estáis dispensando». Sabino fue un gran lector de El Príncipe, de Maquiavelo, y sabía interpretarlo del derecho y también del revés. Sabino era todo menos un cínico.

Sufrió la incomprensión egoísta del Rey. Tenía el convencimiento de que debía servir al Estado por encima del Monarca, y alguna de sus advertencias fueron desdeñadas por el Borbón y hasta tenidas por intromisión personal. Su jefe le despidió sin grandeza. El Rey le invitó a una comida con la Reina y le espetó: «Sofi, ¿sabes que Sabino nos deja?». El histórico borboneo que no cesa. Creo que no le terminaba de convencer el tratamiento militar que se le debía y prefería al asturiano y confianzudo Sabino que le daba la llaneza donde se sentía a gusto. Era de Intervención, un hombre capacitado para manejar una política de guerra y, habiendo sido secretario de varios ministros militares, se encontraba muy cómodo en la vida civil. En Francia hubiera podido haber acabado dirigiendo la Escuela Nacional de Administración porque su cociente intelectual era tan elevado como su integridad. Que no haya dejado memorias indica que sus lealtades estuvieron siempre por encima del maltrato que recibió.