El Coloquio de Múnich. España y Europa durante los años sesenta

El Coloquio de Múnich. España y Europa durante los años sesenta

En el verano de 1962 el antifranquismo democrático español pudo aprovechar el V Congreso del Movimiento Europeo para denunciar internacionalmente a la dictadura franquista.

La reunión significó tanto la reafirmación de una sintonía con la Europa democrática a la que la dictadura no podía aspirar como el primer encuentro público de los antifranquistas largamente exiliados y la oposición de izquierdas y derechas gestada en el seno de la dictadura.

La muestra de europeísmo y concordia del antifranquismo fue interpretada por la dictadura como una grave amenaza.

En respuesta lanzó una intensa campaña propagandística —en la que quedó acuñada la famosa expresión “contubernio de Múnich”— y la represión, que alcanzó una extensión inusitada. La dureza de la reacción de la dictadura realzó el impacto internacional de la reunión de los demócratas españoles.

 

PROGRAMA

 

Viernes, 26 de octubre

 

16.30h. ABDÓN MATEOS: “El régimen franquista y la oposición durante los años sesenta”.

17.15h. MARIA ELENA CAVALLARO: “El Movimiento Europeo y el Consejo Federal Español”.

18.00h. Descanso.

18.15h. ANTONIO CAÑELLAS MAS: “El proyecto de los tecnócratas”.

19.00h. ANTONIO MORENO: “AECE y el europeísmo del interior”.

 

Sábado, 27 de octubre

 

10.00h. GIOVANNI ORSINA: “The evolution of Italian politics in the European context”.

10.45h. ROSA PARDO: “La política española hacia Europa”. –

11.30h. Descanso

11.45h. JAVIER MUÑOZ: ”La oposición moderada democristiana y liberal”.

12.30h. LUIS HERNANDO NOGUERA: “La política del PSOE y del exilio republicano”.

 

 

Contubernio de Múnich

El Contubernio de Múnich fue un término peyorativo, acuñado por el diario falangista Arriba, con el que el régimen franquista dio en ridiculizar el IV Congreso del Movimiento Europeo, celebrado en la capital bávara entre el 5 y el 8 de junio de 1962, en plena oleada de huelgas mineras en Asturias y tras un primer y fallido intento español de ingresar en la Comunidad Económica Europea.

Participaron en él 118 políticos españoles de todas las tendencias opositoras al régimen franquista, tanto del interior como del exilio, excepto del Partido Comunista de España: monárquicos liberales, republicanos, democristianos, socialistas, socialdemócratas, nacionalistas vascos y catalanes, reunidos bajo la alta autoridad moral de Salvador de Madariaga que, al concluir la reunión, afirmó: “Hoy ha terminado la Guerra Civil”

Los 118 delegados españoles aprobaron por unanimidad la siguiente resolución:

“El Congreso del Movimiento Europeo (...) estima que la integración, ya en forma de adhesión, ya de asociación de todo país a Europa, exige de cada uno de ellos instituciones democráticas, lo que significa en el caso de España, de acuerdo con la Convención Europea de los Derechos del Hombre y la Carta Social Europea, lo siguiente:

1.- La instauración de instituciones auténticamente representativas y democráticas que garanticen que el Gobierno se basa en el consentimiento de los gobernados.

2.- La efectiva garantía de todos los derechos de la persona humana, en especial los de libertad personal y de expresión, con supresión de la censura gubernativa.

3.- El reconocimiento de la personalidad de las distintas comunidades naturales.

4.- El ejercicio de las libertades sindicales...

5.- La posibilidad de organización de corrientes de opinión y de partidos políticos...

Los delegados españoles, presentes en el Congreso, expresan su firme convencimiento de que la inmensa mayoría de los españoles desean que esa evolución se lleve a cabo de acuerdo con las normas de la prudencia política, con el ritmo más rápido que las circunstancias permitan, con sinceridad por parte de todos y con el compromiso de renunciar a toda violencia activa o pasiva antes, durante y después del proceso evolutivo.”

En el transcurso del congreso, Rodolfo Llopis le pidió a Joaquín Satrústegui que transmitiera al Conde de Barcelona:

“El PSOE tiene un compromiso con la República que mantendrá hasta el final. Ahora bien, si la Corona logra establecer pacíficamente una verdadera democracia, a partir de ese momento el PSOE respaldará lealmente a la Monarquía.”

La reunión de los opositores españoles alcanzó aún más repercusión porque produjo la represión política más sonada de la oposición de centro y derecha durante todo el franquismo. Franco, encolerizado por el repentino activismo de grupos que hasta entonces no habían ejercido más que una tímida oposición al Régimen dentro de las fronteras españolas, encarceló, deportó y exilió a los asistentes a medida que retornaban a España. Así, el mismo 8 de junio publicó el decreto-ley 17/1962 que suspendía por dos años el derecho de libre residencia, garantizado en la legislación franquista por el artículo 14 del Fuero del Trabajo.

Fernando Álvarez de Miranda, Jaime Miralles, Jesús Barros de Lis, Joaquín Satrústegui, Iñigo Cavero, José Luis Ruiz-Navarro, Alfonso Prieto Prieto, Félix Pons y Casals quedaron confinados en las diferentes islas de las Canarias, sobre todo en Fuerteventura. José María Gil-Robles, Dionisio Ridruejo, Carmelo Cembrero, Jesús Prados Arrarte, José Federico de Carvajal, José Vidal-Beneyto, Baeza, y otros fueron enviados al exilio. En casa de Jorgina Satrústegui, primero, y de Enrique Tierno Galván, después, se reunieron el profesor, Enrique Ruiz-García, Vicente Piniés, Jaime García de Vinuesa y Luis María Anson para organizar la recogida de fondos en beneficio de las familias de los represaliados.

La ofensiva que en España organizó la prensa franquista contra el «contubernio» de Múnich fue un escándalo nacional. Los falangistas maniobraron para hacer daño a los juancarlistas. Para hacer frente a esta presión, el presidente del Consejo Privado del Conde de Barcelona, José María Pemán, acompañado por el secretario Valdecasas, fueron a visitarle mientras navegaba en su velero, y redactaron la siguiente nota:

“El Conde de Barcelona nada sabía de las reuniones de Múnich hasta que después de ocurridas escuchó en alta mar las primeras noticias a través de la radio. Nadie, naturalmente, ha llevado a tales reuniones ninguna representación de su Persona ni de sus ideas. Si alguno de los asistentes formaba parte de su Consejo, ha quedado con este acto fuera de él.”

Este texto supuso la liquidación en Estoril de José María Gil-Robles, único miembro del consejo privado presente en Múnich, que había servido con fidelidad a la monarquía durante los años más difíciles de la posguerra.

Lo único que nos pueden hacer en Múnich es cerveza

La reacción del Régimen contra los participantes de la reunión en Múnich causó fuertes críticas en el extranjero, sobre todo en la Comunidad Económica Europea a la que España había solicitado la asociación pocos meses antes, solicitud que quedó prácticamente sin posibilidades de avanzar a partir del "Contubernio". Franco se dio finalmente cuenta de que su reacción ante el Congreso de Múnich había sido un grave error. Unas semanas después, el 10 de julio de 1962, destituyó, dentro de una crisis amplia de Gobierno, al ministro de información Gabriel Arias-Salgado, que ocupaba este cargo desde 1951 y al que Franco hacía responsable de la histeria de la Prensa sobre Múnich. El ministro sólo sobreviviría unos días a su destitución.

A Gabriel Arias-Salgado le sustituyó Manuel Fraga Iribarne que, cuatro años después, con su Ley de Prensa, abriría la crítica al Régimen y una cierta liberalización. El defensor máximo de una regencia, que era la fórmula de decir "no" a la restauración borbónica, el general Agustín Muñoz Grandes, se convirtió en vicepresidente del Gobierno. En 1963 el Régimen creó el Tribunal de Orden Público para juzgar los delitos políticos, detuvo a mineros en Asturias durante las huelgas y ejecutó al militante comunista Julián Grimau.

El contubernio que preparó la democracia

La dictadura los llamó "vendepatrias y traidores", las manifestaciones alentadas por el franquismo pidieron incluso la horca para ellos y un destacado periodista de aquel régimen, Emilio Romero, escribió que Franco "se los comía con patatas". Sufrieron el exilio o el destierro, la pérdida de empleos y hasta el desprecio de sus vecinos al regresar de un congreso europeísta celebrado en 1962 en Múnich (Alemania). La prensa franquista calificó aquel congreso como "contubernio", que según el diccionario de la RAE significa "cohabitación ilícita o alianza o liga vituperable". Desde aquella fecha, los opositores a la dictadura hicieron bromas y chanzas con la palabra y cualquier conspiración contra el franquismo se definía como contubernio.

Viajaron hasta Múnich 118 españoles pertenecientes a todas las fuerzas de la oposición al franquismo que, por primera vez desde la Guerra Civil, escenificaron en la capital bávara la reconciliación nacional, al tiempo que proclamaron su apuesta por la democracia y por Europa. Las primeras elecciones democráticas (1977) tardaron 15 años en llegar, y unos meses más tarde se aprobaba la Constitución.

"Los valores del congreso de Múnich están recogidos en la Constitución de 1978", señaló solemne Fernando Álvarez de Miranda, el pasado jueves en Madrid. Este veterano político democristiano, nacido en Santander en 1924 y que fue más tarde presidente del Congreso de los Diputados (1977-1979) y Defensor del Pueblo (1994-1999), ejemplifica la trayectoria de los participantes en aquel IV Congreso del Movimiento Europeo. En unas jornadas en la Casa de América, en Madrid, para celebrar el medio siglo de aquel congreso, celebrado entre el 5 y el 8 de junio de 1962, Álvarez de Miranda resumió así la reacción de la dictadura: "Franco temía que se reconciliaran los dos bandos de la Guerra Civil porque al régimen le interesaba recordar constantemente el conflicto, que no se borrara el enfrentamiento. Por eso el contubernio de Múnich resultó tan peligroso para el franquismo. No íbamos a derrocar a la dictadura, pero sentamos las bases de la democracia y del europeísmo".

La mayoría del centenar largo de dirigentes de la oposición congregados en Múnich procedía del interior de España y militaba en las filas monárquicas, democristianas, liberales, socialistas y nacionalistas del País Vasco y de Cataluña. Los comunistas enviaron observadores a la cita, aunque no participaron directamente en el contubernio. Viajaron en tren, en coche o en avión, salvando dificultades administrativas, y en la capital de Baviera se encontraron con dirigentes del exilio, como el líder del PSOE, Rodolfo Llopis, que habían abandonado España en 1939, al final de la Guerra Civil.

 

Segur leyendo en: https://politica.elpais.com/politica/2012/06/09/actualidad/1339259231_174858.html

 

 

 

 Descargar Programa del la participación española en el IV Congreso del Movimiento Europeo 

 

Contubernio.

(Del lat. contubernĭum).

1. m. Habitación con otra persona.

2. m. Cohabitación ilícita.

3. m. Alianza o liga vituperable.

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