Las Cortes Generales, a propuesta de Franco, eligen a Juan Carlos como sucesor en la Jefatura del Estado

23.06.2014 04:13

Corría el verano del año 1969. Habían pasado treinta desde que se diera por concluida la para algunos inconclusa guerra civil española que regara de sangre española, y extranjera, los campos y las tierras de España durante tres largos y aciagos años.

El país se encontraba en relativa calma. Atrás quedaban los años de hambruna, del racionamiento y de las ayudas americanas del Plan Marshall de queso sintético, manteca de colores y leche en polvo. La nación prosperaba. La industria emergía de nuevo y las ciudades y las zonas rurales daban un nuevo impulso a la vida cotidiana de los españoles.

La Dictadura había logrado tan largo periodo de paz y estabilidad que España se convirtió en el destino turístico preferido de Europa y del mundo entero hasta lograr tal cantidad de visitantes que el sector turístico devino en uno de los pilares de la economía española de la época hasta el extremo de superar, en importancia, a sectores tan tradicionales como la pesca, la agricultura o la ganadería. Atrás quedó, también la autarquía dando paso a sucesivos planes de desarrollo. La industria y los servicios cada vez apuntaban más alto hasta hacer de España una de las potencias económicas más destacadas del mundo civilizado y de los países en vías de desarrollo después de la catástrofe a la que nos llevó la II Guerra Mundial.

Así, el 22 de julio de ese año de 1969, Franco decidió poner en práctica la Ley de sucesión en la Jefatura del Estado promulgada en 1947 como respuesta, casi inmediata, al Manifiesto de Lausana, Suiza, que el 19 de marzo de 1945 don Juan de Borbón, hijo del rey Alfonso XIII y heredero de la Corona de España, mal aconsejado por sus aduladores, publicó en dicha ciudad. En él que se criticaba con extrema dureza la dictadura franquista y se ofrecía al pueblo español la posibilidad de restaurar una Monarquía de carácter no muy definido; presentaba, como alternativa moderada al régimen, una monarquía constitucional. Rechazaba el régimen franquista, inspirado en los sistemas totalitarios alemanes e italianos, por haber fallado. También prometía una serie de prioridades en caso de la vuelta a la monarquía: aprobación de una Constitución, reconocimiento de los derechos humanos, garantía de libertades políticas, establecimiento de una asamblea legislativa democrática, reconocimiento de la diversidad regional, amnistía a los presos políticos y una más justa distribución de la riqueza. A raíz de esto, Franco decide inmediatamente que de ser la dinastía borbónica quién le sucediera en la Jefatura del Estado, jamás sería en la figura de don Juan a quien ya detestaba pero que a raíz de dicha publicación su encono hacia él se vio profundamente incrementado. Un abismo separaba a ambos. Pero no fue esa la razón por la que, en su día, eligió y preparó a Juan Carlos de Borbón y Borbón, su hijo.

¿Por qué Franco eligió a Juan Carlos y no a otro?

De todos es sabido y así esta refutado en infinidad de libros y artículos publicados que el monarquismo de Franco era más sentimental que ideológico, por ello, no quiso restaurar la Monarquía hasta después de su fallecimiento y, siempre, como sucesora de lo que él creía una magna obra y razones no le faltaban.

Ligado a la dinastía borbónica al haber sido nombrado Gentilhombre de Cámara por el rey Alfonso XIII que, por ende, fue su padrino de boda con doña Carmen Polo Valdés, siempre guardó lealtad al rey Alfonso pero este, el 15 de enero de 1941, había renunciado al trono en favor de su hijo Juan de quien Franco opinaba que era un “veleta que daba constantes bandazos cuyas posiciones ideológicas variaban con el viento de los acontecimientos y con el interlocutor al que se dirigiera”. Y ciertamente el Conde de Barcelona siempre osciló entre el halago y el ultimátum a Franco; entre la adhesión al Movimiento y los pactos con republicanos.

Realmente Franco hubiera podido restaurar la Monarquía en España con cualquiera de las dinastías que reinaban o no en Europa, candidatos no faltaban desde Otón de Habsburgo hasta Hugo de Borbón-Parma, pero Franco jamás concibió otra línea dinástica que no fuera la establecida por el rey Alfonso XIII en el tercero de sus hijos, el infante Juan después de la renuncia de sus hermanos mayores  Alfonso y Jaime. Durante años, pensó sólo en él como futuro rey. Incluso después del Manifiesto de Lausana. Como ya indiqué anteriormente, Franco no eliminó al Infante, fue el propio don Juan quien con sus vaivenes llevó a Franco a descartarlo, a pesar de "haber intentado una y otra vez convencerle para que fuera ese rey" identificado con el espíritu y con la obra del nuevo Estado.

¿Cuándo tomó la decisión de proponer a don Juan Carlos?

Parece ser que empezó a gestar esa idea en 1944 cuando Franco escribe una carta a don Juan diciéndole que su hijo mayor, Juan Carlos de seis años de edad, “debe estudiar en España para prepararse para responder en su día a los deberes y obligaciones que la dirección de la nación entraña". De lo que se deduce que el Conde de Barcelona podría haber sido e sucesor de Franco si hubiera mantenido su postura inicial de antiliberalismo y hubiera formalizado su adhesión al Régimen franquista.

En una entrevista celebrada el 25 de agosto de 1948 entre Franco y el conde de Barcelona en el golfo de Vizcaya, se acordó que el príncipe se trasladaría a España para cursar allí sus estudios. El 8 de noviembre de 1948, a los diez años de edad, Juan Carlos pisó por primera vez suelo español. Allí estudiaría hasta durante ese año académico. Después del verano de 1949, sin embargo, el deterioro de las relaciones entre Franco y don Juan, llevarían a este último a decidir que su hijo no volviera por el momento a España.

Tras un año en Estoril, Juan de Borbón accedió a que Juan Carlos regresara a España en el otoño de 1950 para continuar sus estudios, en esta ocasión acompañado de su hermano menor Alfonso. Para el verano de 1954, Juan Carlos había terminado el bachillerato. Posteriormente realizó su instrucción militar en la Academia General Militar de Zaragoza (1955-1957), en la Escuela Naval Militar de Marín en Pontevedra (1957-1958) y finalmente en la Academia General del Aire de San Javier en Murcia (1958-1959).

Las dudas de Franco

Durante los años sesenta la causa de la monarquía sufrió unos avatares decisivos. En 1960 se produjo un nuevo encuentro entre Franco y don Juan de Borbón en la finca de Las Cabezas (Cáceres). Para ese momento las expectativas en un inmediato cambio de régimen habían prácticamente desaparecido. En la primavera de 1962, don Juan Carlos de Borbón se casó con la princesa Sofía de Grecia en Atenas, estableciéndose a partir de entonces en el palacio de La Zarzuela en Madrid. Tras el Coloquio –o Contubernio- de Múnich, Gil Robles se vio obligado a abandonar el consejo privado de don Juan de Borbón. Unos años después, en 1966, el dimisionario embajador en París, José María de Areilza, conde de Motrico, sustituía al historiador Pabón al frente de la causa del pretendiente. El conde de Motrico constituyó un secretariado político que permitió un gran activismo y una definitiva orientación liberal a la causa monárquica. La verdad era que a esas alturas el giro hacia la oposición democrática de don Juan Borbón venía a configurar una especie de alternativa liberal de reserva para la monarquía debido a las ya escasas posibilidades de suceder a Franco. En efecto, por ejemplo, en noviembre de 1965 Manuel Fraga había hecho unas declaraciones que adelantaba la posibilidad de que don Juan Carlos fuera nombrado sucesor de Franco, saltándose la natural línea dinástica. Para entonces el almirante Carrero y el ministro López Rodó preparaban la llamada Operación Salmón, debido a la lentitud con que se gestaba la iniciativa sucesoria del mismo modo que la pesca del pez citado. Debido al envejecimiento de Franco, se trataba de dar un paso más para atar la salida monárquica del régimen. No bastaba con que las leyes de Principios del Movimiento (1958) y Orgánica del Estado (1966) hubiesen confirmado la condición de España como reino, o que hubiese previsto un Consejo de Regencia, sino que era preferible la designación de un sucesor de la Jefatura del Estado en vida de Franco.

La indecisión del Generalísimo tuvo su fin a principios de 1968. Acontecimientos como que don Juan Carlos cumpliera treinta años o que se produjera el nacimiento de don Felipe de Borbón, ocasión que reunió a la viuda de Alfonso XIII y a don Juan en Madrid, tuvieron su importancia en el ánimo de Franco. No obstante, todavía durante la primavera de 1969 el vicepresidente Carrero y el ministro de Gobernación, Camilo Alonso Vega, presionaron sobre Franco para que resolviera la cuestión. Hasta fecha muy tardía no se comunicó la decisión de Franco a don Juan Carlos, mientras que don Juan únicamente recibió una notificación por escrito. Don Juan decidió disolver su secretariado político, aunque se mantuvo en una posición de reserva, sin renunciar a sus legítimos derechos dinásticos.

El 22 de julio de 1969, Franco pronunció un discurso ante el Pleno de las Cortes, preparado por el ministro Silva Muñoz, que insistía en que la decisión sucesoria suponía la instauración de una nueva monarquía del Movimiento y no la restauración de la monarquía liberal. Don Juan Carlos era nombrado sucesor bajo el título, sugerido por López Rodó, de Príncipe de España. Al día siguiente, don Juan Carlos aceptaba oficialmente el ofrecimiento, jurando ante las Cortes fidelidad a Franco y a los principios del Movimiento. El discurso posterior del Príncipe de España no aludió expresamente a su padre y a la legitimidad dinástica sino que aceptaba la legitimidad procedente del régimen franquista. Pese a las veleidades de Solís hacia otros candidatos como don Alfonso de Borbón, la disciplina del Régimen y la lealtad a Franco se impusieron entre los mayoritarios 150 procuradores sindicales. La propuesta sucesoria sólo recibió 19 votos negativos y 9 abstenciones en el pleno de las Cortes.

La resolución de la cuestión sucesoria fue, sin duda, una victoria del almirante Carrero, dado su personal empeño, para quien, de este modo, se llegaba a la culminación de la obra iniciada con el referéndum de 1947. A juicio del almirante, España se convertía así en un Estado de Derecho con un régimen que había añadido a la legitimidad de la victoria, la de la paz y la prosperidad.

Juan Carlos fue Jefe del Estado, en funciones, antes de subir al trono

Desde el 9 de julio al 2 de septiembre del año 1974, el entonces Príncipe de España, Juan Carlos, asume por primera vez la Jefatura del Estado en funciones debido a la hospitalización de Franco. La causa de esa hospitalización fue el empeoramiento de su salud por la enfermedad de Parkinson y el disgusto que le provocó el asesinato del presidente del gobierno Carrero Blanco por parte de ETA el 20 de diciembre de 1973. En esta ocasión Juan Carlos de Borbón estuvo algo más de 7 semanas como Jefe de Estado con Franco todavía vivo.

Al año siguiente, el 30 de octubre de 1975, el príncipe Juan Carlos vuelve a asumir en funciones la Jefatura de Estado ya que Franco se encuentra enfermo de gravedad desde el 21 de octubre. El 20 de noviembre muere el dictador. El 22 de noviembre Juan Carlos de Borbón jura como Rey de España y el 27 de ese mismo mes se celebra una ceremonia religiosa de exaltación al trono de España con el nombre de Juan Carlos I.

La continuidad de la Monarquía

Con la Constitución de 1978 se asegura él y sus descendientes la jefatura del Estado heredada, legitimando, en el nuevo sistema democrático, la voluntad de Franco al designarle como su sucesor. Era la primera y única vez en la Historia que una dictadura cedía el bastón de mando a una monarquía algo parecido a lo que Mussolini hizo al restablecer el trono de los Saboya en la figura de Victor Enmanuelle III, pero con finales distintos y distantes.

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