Historias de un crápula hedonista, nepótico y déspota

12.06.2014 18:54

Hace unos años, quizás no tantos, que en España era tanto el temor que se profesaba a la figura del rey y su inviolabilidad constitucional, que muy pocos –casi nadie- fueron quienes se atrevieron, por muchas pruebas fehacientes que tuvieran en su poder, a informar a la opinión pública sobre la personalidad hedonista, nepótica y déspota de aquel que reinaba aunque, dicen, no gobernaba, so pena de incurrir en graves delitos tipificados en el código penal art 490.3 y 491. Ni siquiera cuando se supieron algunos episodios de violencia doméstica gracias al testimonio de un testigo presencial y directo como fue el general Sabino Fernández Campo, a la sazón Jefe de la Casa Real, y que fueron ampliamente difundidos tras la muerte de este. Tampoco hubo comentario alguno, y mucho menos denuncias públicas, por parte de las organizaciones feministas e Institutos de la Mujer en una España donde se cuentan por cientos,  casi todos ellos mantenidos con fondos públicos. Ni tampoco levantaron la voz cuando saltó a los medios extranjeros la noticia de que dos ciudadanos europeos reclamaban la paternidad del monarca asegurando ser hijos suyos nacidos al amparo de las crapulosas noches dionisiacas cargadas de lujuria y alcohol a las que, como buen Borbón, es tan aficionado el monarca sobre todo durante sus estancias invernales en la estación de esquí de Baqueira Beret, en la Vall d’ Aran, en los Pirineos catalanes rodeado de su “corte” de íntimos incondicionales y cómplices de sus noches orgiásticas y crapulosas.

Albert Solà e Ingrid Sartiau, los supuestos hijos ilegítimos del rey abdicado

En vano fueron las peticiones de que se le realizara, como a cualquier ciudadano común, la prueba de paternidad, algo que impide la ley española, a su supuesto padre, el rey. Sin embargo, a pesar de que, en un principio, ni se conocían por vivir en ciudades distintas y distantes, ellos si se las hicieron dando positivo en un 99,9% que eran hermanos, hijos de un mismo padre.

Ella, Ingrid Sartiau, más discreta que él, reside en Bélgica. Él, Albert Solà Jiménez, en La Bisbal, un bello y típico pueblo catalán de la comarca gerundense del Ampurdán (veguería gironina de L’Empordá, en catalán), donde se inició en el mundo de la política de la mano del partido Plataforma per Catalunya fundado por el excéntrico ultraderechista catalán Josep Anglada, según informaba la revista digital Vanitatis en mayo del año pasado. Poco después, el mismo año, abandonaría esa estrafalaria aventura política dejando de pertenecer a dicha formación al ser conocedor del pasado político de alguno de sus miembros según informaba Punt Avui en su edición digital.

A pesar de sus esfuerzos serán inútiles ya que la Constitución Española nacida en los albores de la Transición otorgaba, y otorga si nadie lo remedia, a la figura del rey, como Jefe del Estado español, total impunidad e irresponsabilidad civil o penal, por lo menos esa es la interpretación, un tanto restrictiva, que hace el politizado Consejo General del Poder Judicial, totalmente sometido a los intereses políticos de los gobernantes de turno y, por ende, a la influencia de la Corona. Es por ello que no hay ningún miembro de la Judicatura o de la Magistratura que, a día de hoy salvo que el abdicado rey perdiera la inmunidad con la que se ha visto beneficiado constitucionalmente, pueda admitir a trámite una prueba de paternidad del anterior Jefe del Estado. De hecho y para mayor escarnio del feminismo combativo, dos jueces femeninas, María Isabel Ferrer-Sama y Milagros Aparicio, desestimaron hace ya un tiempo la petición realizada por el supuesto hijo bastardo y primogénito, caso de ser reconocido, del Borbón y cuya pretensión no es ya la de ser reconocido como hijo ilegítimo del monarca sino que por derecho de primogenitura solicitar que le sea reconocido su derecho a la sucesión que le otorgaría la Constitución Española del 78 lo que, en el hipotético caso de que prosperara, convertiría A Felipe VI en usurpador del trono… ¡de locos!

Pero otros casos atípicos como el de Leandro Ruíz Moragas que reclamó fuera reconocida la paternidad extramatrimonial del bisabuelo de Felipe, el rey Alfonso XIII, si prosperaron y el 28 de abril de 2004, se reconocía a Leandro como hijo de Alfonso XIII, "con todos los derechos que le fueran favorables" y sin necesidad de ninguna prueba de ADN, lo que le convirtió, de la noche a la mañana, en un Borbón al reconocerse el derecho a ostentar tal apellido sin que llegaran a prosperar sus pretensiones de ser reconocido por la Casa Real, ni el derecho a ser considerado Infante de España y, por lo tanto, tampoco tratamiento de Alteza Real.

Así,, hoy, aceptadas sus pretensiones formuladas en el auto de 21 de mayo de 2003, el cual resolvió: “Que en el expediente gubernativo 978/02 sobre determinación de filiación, debía estimar y estimaba la solicitud formulada por don Leandro Alfonso Ruiz Moragas, acordando en su virtud que en su Acta de nacimiento se haga constar que el inscrito es hijo de Su Majestad don Alfonso de Borbón y Austria. Como consecuencia de esa determinación de filiación paterna, y conforme al artículo 55 de la Ley del Registro Civil, el inscrito ostentará en lo sucesivo los apellidos de Borbón Ruiz.”, de tal forma que hoy este estrafalario personaje es don Leandro Alfonso Luis de Borbón Ruiz, hijo ilegítimo de Alfonso XIII y de la cupletista Carmen Ruiz Moragas, nacido de una relación adulterina en Madrid, el 26 de abril de 1929.

Como se indica al principio de este artículo, de todos, y otros, hechos, tal y como se verá en futuras publicaciones, fue testigo directo e incómodo para la Zarzuela, el que fuera Jefe de las Casa Real., el general don Sabino Fernández Campo, única persona que tuvo el coraje suficiente de reprender estas, y otras, actitudes inmorales del rey abdicado lo que le costó su propio ese fulminante y sin explicación alguna. Son innumerables los testimonios que así lo acreditan, entre ellos los del propio Sabino. Todos figurarán entre las fuentes de estas publicaciones, siendo su fuente principal e inspiradora la ofrecida por “Espía en el Congreso” de donde se ha nutrido este artículo y otros que están por publicar.

El más relevante el que desencadenó el cese de don Sabino, persona merecedora de todo reconocimiento y respeto pero, sobre todo, de que se le haga justicia.

 

 

 

 

Fuentes en Internet:

 

 

 

 

 

 

Los chanchullos del Borbón

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